Te habrás fijado en alguna ocasión como en tus fotografías los bordes se distorisionan. Si está bien enfocado suele ser por el efecto de la desviación de la luz en sus bordes, osea la difracción.
Partimos de la base de que en una imagen tridimensional sólo hay un único plano que esté perfectamente enfocado y el resto de los planos estarán más o menos cerca del foco en función de la profundidad de campo, a un mayor número f (diafragma más cerrado) obtendremos mayor profundidad de campo y conseguiremos que más planos cercanos al plano de foco estén aparentemente enfocados y den una nitidez aceptable para nuestro ojo.
Pero cuidado porque podríamos caer en el error de pensar que para obtener la mayor nitidez en una fotografía lo mejor que podemos hacer es cerrar el diafragma al máximo, en búsqueda de esa fotografía impresionante. La técnica fotográfica funcionaría perfectamente, si no existiera la difracción, ya que al cerrar mucho el diafragma limitamos la superficie de entrada de luz limpia al mínimo y casi toda la que pasa al sensor es luz distorsionada por los bordes del propio diafragma.
Ahora alguien podría decir: vale pues para evitar la difracción abro al máximo el diafragma y así obtengo unas fotos totalmente limpias. Sí, pero entonces aparecen otros problemillas propios de las lentes y que también afectan a la calidad de la imagen, como son la aberración cromática y la distorsión. Y el problema es que estos efectos se producen sobre todo en los bordes de las lentes, así que no debemos abrir el diafragma a tope.
Una vez aclarados estos dos temas, es fácil adivinar que para obtener mayor nitidez en nuestras fotografías, deberemos usar diafragmas intermedios, así evitamos por un lado la difracción y por otro las aberraciones y distorsiones